domingo, 21 de junio de 2009

Juan José Cortés: Un hombre de fe que carga una cruz


Mi encuentro con Juan J. Cortés, el pasado lunes

Dice de sí mismo que es un hombre muerto… o, al menos, “en estado de coma”, pero que tiene una misión que cumplir, que le mantiene vivo, y que resume en las palabras con las que empieza el libro “Ciudadano Cortés” (Plaza Janés, 2009), escrito por la periodista del diario El País, Luz Sánchez-Mellado. La frase es la siguiente: “Si hubiera habido un Juan José Cortés hace cinco años, mi hija estaría viva”.

Sucedió en Huelva, en un barrio pobre, el 13 de Enero de 2008, cuando la única hija mujer de Juan José e Irene, Mariluz, de 5 años de edad, bajó de su casa sola, a comprar unas golosinas al quiosco de la esquina, y nunca más volvió. Y no volvió porque un pederasta reincidente, condenado por abusar de su propia hija, se encontraba en libertad por un error judicial, y se interpuso en su camino.

Toda España sabe quién es este hombre. También se sabe que es gitano, y que es pastor evangélico. Todos le vimos en los telediarios, durante los 54 interminables días que duró la búsqueda, hasta que apareció el cuerpo de la niña, flotando en la marisma, muy cerca del lugar donde Juan José e Irene ponían su puesto de mercadillo cada día, para llevar el pan a su casa. Todos le oímos pedir justicia, y todos nos emocionamos hasta el asombro al ver cómo calmaba a algunos de los suyos que, invocando una tradición gitana, pedían el ‘ojo por ojo’ y clamaban venganza… Él lo impidió. Les pidió que confiaran en la justicia…, y cuando ésta demostró que no era confiable, pidió que le ayudaran a cambiar las leyes… “para que ningún padre tenga que pasar lo que yo pasé”. Reunió 2.300.000 firmas, que entregó al presidente Zapatero en persona.

“Con todo el cariño y el Amor del Señor”

“No le deseo, ni siquiera al hombre que mató a mi hija, un solo minuto del dolor y el sufrimiento que estoy pasando yo”, fue una de sus frases más conmovedoras que recogieron las cámaras, mientras aún duraba la búsqueda. En ‘Ciudadano Cortés’ confiesa que los nueve días posteriores a la desaparición de Mariluz no comió ni durmió: “Nada. A Irene la tenían sedada. Yo no quise. Tenía que enfrentarme a la realidad”.

El pasado lunes 15 tuve el privilegio de conversar con él. No era la primera vez que coincidíamos en un acto, pero sí la primera vez que pude hablar unos minutos con él, como muestra la foto que acompaña a estas líneas. Cortés mira de frente, directo a los ojos de su interlocutor, con unos ojos negros…, gitanos…, que dan muestras de haber derramado muchas lágrimas, como él mismo reconoce, aunque “a solas…, porque tengo que ser fuerte. Las lágrimas son la más pura expresión del alma… pero también la parte menos inteligente del hombre”, dice. Es un hombre de fe, que carga una cruz. No le teme a nada. Dará mucho que hablar todavía.

Fue para mí un privilegio poder expresarle mi cariño y admiración personalmente a este hombre por el que tanto pedí a Dios. (Aún tengo un trozo de celo en el cristal del coche donde, durante dos meses, llevé el cartel con el rostro de Mariluz, como tantos españoles). Él agradeció mis palabras, que retribuyó con una cálida dedicatoria en un ejemplar de su libro: “Para mi Hermano, con todo el cariño y el Amor del Señor, animándole para que siga trabajando en Su Obra. Juan José Cortés”.

Una garra diabólica que encoge el corazón

Cuando escribo estas líneas, casi una semana después de este encuentro, con mi esposa Miriam nos estamos reponiendo de una experiencia inquietante, que vivimos hace apenas un par de horas, cuando nuestro pequeño hijo Juan Marcos, de 9 años, estuvo ‘desaparecido’ durante una hora y cuarto. De pronto, sin tener idea de dónde podía haberse metido, nos vimos recorriendo las calles, parques y plazas de San Fernando de Henares, y preocupando a amigos y vecinos que no sabían nada de su paradero.

Fue una experiencia breve. Poco más de 54 minutos; muy distantes de los 54 días de agonía e incertidumbre que vivieron los Cortés, pero suficientes para tener un ‘atisbo’ de lo que supone atravesar el umbral de la confusión a la preocupación, y de la preocupación razonable al miedo intenso que, como una garra diabólica, encoge el corazón de un padre ante una situación semejante.

Nuestra historia tuvo un final pronto y feliz, gracias a Dios. Juan Marcos regresó a casa justo en el momento en que nos disponíamos a avisar a la policía. Todo había sido fruto de una conjunción desafortunada de circunstancias y malos entendidos.

Pero puedo asegurar que hoy, aunque nuestra casa en Madrid está a más de 700 km de la barriada del Torrejón, en Huelva, me siento mucho más cerca de Juan José y de su esposa Irene que, cuando el pasado lunes, nos hicieron esa foto.

1 comentario:

  1. Me ha conmovido leer esta entrada en tu blog Jorge. No hay muchas personas con la fuerza interior como la de Juan José Cortés, porque desconocen la fuente. Jesús es el único que puede dar esa paz, imposible de alcanzar por nosotros mismos.

    Gracias a Dios, porque tu hijo apareció sano y salvo.
    Saludos

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