viernes, 21 de agosto de 2009

Se cumple un año del accidente aéreo de Barajas

Aviación “civil”, hostil con la sociedad civil

Los informes sobre la investigación del accidente aéreo de Barajas atribuyen la responsabilidad principal a un error humano. Mientras tanto, miles de aviones similares al siniestrado, sobrevuelan peligrosamente el casco urbano de las poblaciones cercanas a Barajas, infringiendo las normas establecidas, causando grandes niveles de contaminación ambiental y acústica, y aumentando considerablemente el riesgo potencial de accidentes sobre zonas urbanas.

(Madrid, 21/08/2009) Ayer se cumplió exactamente un año del trágico accidente aéreo de Barajas, en el que fallecieron 154 personas. La prensa repitió una y otra vez las imágenes que recogían el momento del impacto del avión sobre la pista, y las escenas de desesperación de los familiares, que no encontraban consuelo, ni explicación a lo sucedido.

Entre las víctimas se hallaba un buen compañero y hermano en la fe: el pastor evangélico Rubén Santana Mateo (FOTO), canario, de 45 años, casado con Mari Cármen Hernández, y padre de 3 hijos: Donovan, Jonás y Erika. Con Rubén habíamos coincidido trabajando juntos en la organización de un gran evento en 2005, en la explanada de la Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid). Igual que a mí, le movía cualquier oportunidad de anunciar las buenas noticias del Evangelio al mayor número de personas posible. A su esposa e hijos no les conocí hasta la noche del fatídico accidente, cuando nos unimos a ellos en las instalaciones del IFEMA, donde habían llevado a los cadáveres para su identificación.

Era la segunda vez que me encontraba en una situación semejante en ese mismo lugar. La anterior había sido en 2004, cuando el atentado terrorista del 11-M, que produjo cerca de 200 víctimas mortales. En esa ocasión había acudido para colaborar como capellán evangélico. Esta vez, en cambio, estaba como amigo, y con un sentimiento de pérdida mucho más próximo.

Me sorprendió la entereza de Mari Carmen y de sus hijos; no sólo esa noche, sino en cada uno de los actos oficiales a los que asistieron posteriormente. A pesar del sufrimiento enorme que soportaban, en ningún momento les vimos desesperados. Doloridos, sí; angustiados, también; pero no desesperados. Su fe en Jesucristo les sostenía. La esperanza de la resurrección y la vida eterna, era el ancla que les mantenía firmes en medio de una tormenta de sentimientos humanamente insoportables.

Santana era miembro desde hacía varios años de la Iglesia Evangélica Bautista de Tres Cantos (Madrid), Misión de la Iglesia Evangélica Bautista "Buen Pastor", de la calle Ros de Olano de Madrid. Responsable de Evangelización, junto con su esposa, desarrollaba una labor misionera en la zona de la Sierra Norte madrileña.

El día del accidente viajaba a su tierra para arreglar un asunto de negocios. Tenía prisa por regresar, así que le alegró saber que podría cambiar el vuelo que tenía previsto, para viajar en otro más temprano. Sin embargo el avión tardaba en despegar. Algo no iba bien y los pasajeros se dieron cuenta de ello. Algunos dijeron que querían bajarse, pero no se les permitió hacerlo. Así quedó registrado en el último SMS que envió a Mari Carmen, en el que le decía que, “por fin”, iban a despegar… Ahora que conocemos el resultado de la investigación del accidente, sabemos que ese avión nunca debió haber despegado…, que los pilotos cometieron un grave error, por las prisas... Algo muy difícil de digerir - especialmente para las familias - y un varapalo para un medio de transporte imprescindible, en el que no puede permitirse el más mínimo margen para el error ni para el exceso de confianza.

Nuestro homenaje a Rubén: recoger firmas por la seguridad y el rigor

Mientras escribo estas líneas, con el recuerdo de Rubén, de su familia y de las muchas víctimas del accidente, un avión sacude las ventanas del salón de mi casa y me aturde con el estruendo de sus turbinas. (No llego a verle la cara al piloto, como afirman que hacen algunos de mis vecinos, pero casi…). No se si a alguien pueda gustarle que un avión comercial de grandes proporciones le pase por encima de la cabeza, o del techo de su casa, a baja altura. A mi no, y me consta que a mis vecinos tampoco.

Además de contaminante y peligrosa, la maniobra es ilegal. Sin embargo, esto sucede a diario y a todas horas en San Fernando de Henares, con la connivencia de la Administración Española de Navegación Aérea (AENA), que hace oídos sordos a las justas reclamaciones de los vecinos, y la vista gorda a las compañías aéreas que infringen las normas de tráfico aéreo, sobrevolando peligrosamente el casco urbano de las urbanizaciones vecinas.

Por mi parte, cuando esta tarde salga a recoger firmas con los voluntarios de la Comunidad Cristiana Evangélica Betania, como venimos haciendo desde hace una semana en la puerta de la Biblioteca Municipal de San Fernando de Henares, me acordaré de Rubén y de su familia.

Nuestra exigencia de seguridad, y de estricto cumplimiento de las normas de navegación aérea, será también una forma de homenajear su memoria, y las de todas las víctimas de un accidente que - hoy lo sabemos - pudo haberse evitado.