sábado, 6 de junio de 2009

Elecciones ‘eurofeas’, pero elecciones al fin

Mañana, Domingo 7 de junio, los ciudadanos europeos estamos invitados a las urnas. Una cita que, a juzgar por las encuestas, no consigue entusiasmar a la ciudadanía, mucho más preocupada por cuestiones tan ‘domésticas’ como el desempleo, o la gripe A, antes que por los ‘grandes temas europeos… o planetarios’.

Conscientes de ello, y ansiosos por movilizar a los votantes, los estrategas de los laboratorios de ideas de los partidos políticos apelan a recursos y debates que poco tienen que ver con lo que mañana se vota, demostrando en ocasiones cierto menosprecio por la inteligencia de los ciudadanos. A ellos les debemos que estas europeas sean unas elecciones ‘eurofeas’, en cuanto al tono, y ‘eurohuecas’ en cuanto a contenidos.

La viñeta de El Roto que acompaña a estas líneas, publicada en EL PAÍS de ayer, ilustra magistralmente los sentimientos con los que muchos ciudadanos se enfrentan a su responsabilidad cívica. Porque, eso hay que decirlo, nos guste más, o nos guste menos, la cita de mañana nos convoca al ejercicio de un derecho y de una gran responsabilidad democrática. No es la única - como algunos políticos desearían, ya que la democracia nos ofrece otros mecanismos a los ciudadanos, además del voto, para ‘vigilar’ a nuestros representantes -, pero sí es muy importante.

El escepticismo que a muchos ciudadanos nos invade cuando nos sentimos defraudados por la desvergüenza de políticos corruptos o incompetentes (o ambas cosas, que tampoco son excluyentes…), no debería hacernos olvidar aquello que decía Winston Churchill: “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás”.

Dicho de otro modo: la democracia es imperfecta, pero es la mejor herramienta que los seres humanos tenemos para la convivencia, y debemos cuidarla (¡eso lo sabemos muy bien quienes hemos ‘vivido’ bajo una dictadura, y debemos recordárselo a nuestros hijos!). Lo de mañana es ‘una fiesta’ de la sociedad civil, y debemos celebrarla.

El voto evangélico

Los cristianos evangélicos tenemos una tradición democrática secular, que hunde sus raíces en la Reforma del siglo XVI, con el rechazo al papado y al ‘matrimonio’ Iglesia-Estado, una de las señas de identidad del cristianismo evangélico en todo el mundo.

Sin embargo, la vocación democrática del cristiano evangélico es subsidiaria de su fe en Dios, quien “pone reyes y quita reyes”, y “establece todas las autoridades”. Es decir, podemos votar con libertad y a conciencia, porque primero hemos ‘votado por Dios’. No damos un “cheque en blanco” a ningún hombre, ni a ningún partido - de hecho, somos muy plurales en nuestras preferencias políticas -, ¡ni siquiera a nuestros conciudadanos! No nos olvidamos que, en lo más parecido que tenemos en la Biblia a una votación democrática, la mayoría del pueblo eligió a un tal Barrabás, y pidió la pena capital para un Amigo nuestro…

En otras palabras…, cuando mañana ponga mi voto en la urna, lo haré como un acto solemne, pidiéndole a Dios que me guíe… (¡y que no haga caso de mi voto si me equivoco!).

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